El poder del ritmo para construir comunidad

En el corazón de Marmajón, entre los municipios de Segovia y Remedios, la música y el arte se han convertido en herramientas de cambio social. A través del Programa de Formación Artística y Cultural Guitamboreros, la Fundación, impulsa un proceso integral de formación que trasciende la enseñanza musical, promoviendo la identidad, la creatividad y el sentido de pertenencia en niñas, niños y jóvenes de la región.

La percusión, la chirimía, la guitarra y las artes manuales son mucho más que expresiones artísticas: son lenguajes de encuentro y crecimiento colectivo. Tal como lo expresa uno de los participantes, “la percusión es el ritmo que me hace acelerar el corazón y sentir alegría”. En cada ensayo y en cada nota se refleja la fuerza de un territorio que vibra al compás de sus tradiciones y que encuentra en el arte una oportunidad para soñar y transformarse.

Educar para transformar: el arte como instrumento de desarrollo social

Para los formadores del programa, enseñar música es un acto profundamente transformador. “Enseñar música es transformar territorios, transformar personas”, afirma uno de ellos. Esta visión refleja el propósito fundamental del programa Guitamboreros: utilizar la formación artística como vehículo de desarrollo social y fortalecimiento del tejido comunitario.

Cada sesión de aprendizaje fomenta valores como la disciplina, el trabajo en equipo, el respeto por la diversidad cultural y el amor por la tradición. Enseñar los ritmos y sonoridades de nuestras regiones es una forma de preservar la identidad nacional, de mantener vivas las raíces y de transmitir el legado cultural a las nuevas generaciones.

Sembrando esperanza a través del arte

Gracias al programa Guitamboreros, la Fundación, reafirma su compromiso con el arte como una fuerza transformadora. Este proyecto no solo promueve la expresión artística, sino que también ofrece oportunidades reales de desarrollo humano, inclusión y convivencia pacífica.

En cada tambor se siembra una semilla de esperanza. Estas niñas, niños y jóvenes son los futuros guardianes de nuestra identidad cultural, y sus aprendizajes fortalecen los lazos comunitarios que hacen posible un futuro más justo, creativo y lleno de vida.

La Fundación Quintana continúa demostrando que el arte no solo se enseña: el arte se vive, se comparte y transforma vidas.